SPACE IS A DOUBT
180 grados
di Mabel Palacín

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180 grados es el proyecto para realizar una imagen que existe en varios soportes a la vez. Responde con ello a una serie de desafíos que la contemporaneidad plantea para las imágenes: la imagen técnica se ha convertido en una especie de lengua franca para el arte contemporáneo; la multiplicidad medial es una característica de nuestra época en que las imágenes ya no están vinculadas a un único soporte; la multiplicidad de formatos así como la intensidad y velocidad de circulación de las imágenes modifican el lugar del espectador. Todas estas cuestiones suponen un cambio de paradigma para la imagen al que responde el proyecto. A través de una misma imagen que aparece múltiple 180 grados se ocupa de  temas como la ciudad y la imagen, el punto de vista y el lugar del espectador.

180 grados toma su nombre de lo que en cine conocemos como la regla del salto de eje, o regla de los 180 grados. Es aquélla por la que la cámara, al tomar planos y contraplanos, no debe saltar nunca la línea imaginaria de los 180 º, porque crearía confusión respecto a la posición espacial de los personajes. A la hora de grabar una escena se debe elegir un lado del “eje de acción” para colocar la cámara, de manera que los personajes se mantengan en el mismo lado (izquierda o derecha) de la pantalla, y el espectador no se vea desorientado espacialmente. La proliferación de los puntos de vista que la imagen reclama a principios del siglo XXI, comporta el salto de esa línea imaginaria en un sentido más amplio: el punto de vista del espectador está ahora incluido en las imágenes que circulan en un espacio mucho más desorientado, extraviado, y móvil puesto que el sujeto se relaciona con ellas de múltiples maneras y de acuerdo con una lógica cambiante. Esta ruptura del espacio que supone una ruptura de la división entre el espacio escénico, el de los actores y el del publico, culmina en la sociedad digital en que las imágenes no tienen ya un lugar fijo. En “La sociedad del espectáculo” Debord escribía que el espectáculo no es una colección de imágenes, sino la relación social entre la gente que es mediada por imágenes”.  El punto focal para el público definido antes espacialmente por el escenario es ahora indeterminado, se negocia una y otra vez a través de relaciones cambiantes. El objeto de arte no es un objeto puro sino un complejo de relaciones. El autor no es puramente un autor y intercambia su papel con un público que tampoco lo es puramente. El lugar del espectador ha cambiado. La imagen ya no es fija y al moverse lo hace de una manera distinta a aquello que llamábamos imagen en movimiento, la imagen se mueve ahora de una manera más abierta, cruzando formatos y soportes y al hacerlo desplaza, con ella, el lugar del espectador, que también es móvil. El espectador ya no es puramente espectador sino que se sabe incluido en la imagen, forma parte de una cadena que les da sentido, él también realiza imágenes y su punto de vista está incluido en ellas.

180 grados se presenta bajo la forma de una imagen que se despliega, una disposición de secuencias, que ocupa el espacio de una manera rizomática, de manera que ningún medio aparece como sustancialmente superior a las otros y que deja en suspenso la interpretación única de la imagen. En su nuevo paradigma la imagen no renuncia todavía a aspectos de una herencia anterior, que aparecen fragmentarios en la imagen contemporánea, una cierta idea de verdad y unidad que se fractura en la repetición y cambios de soporte. El lugar de la imagen es múltiple y formado por el conjunto articulado de los modos en que aparece. La diversidad de esos modos conduce la imagen una y otra vez a ser otra cosa, a la vez que la presencia de los múltiples puntos de vista proyectan incógnitas provocando una duda que la deja en suspenso, retomándola una y otra vez.

180 grados es un plano general de un territorio urbano, un fragmento de ciudad, una fotografía, que siguiendo la lógica digital, se construye a partir de muchas imágenes que fragmentan el plano manteniendo así una gran magnitud; de manera que es posible tener definición suficiente en los más pequeños detalles. Las imágenes son después unidas a través de su base interna digital manteniendo una coherencia en la fotografía, de manera que tenemos una sola imagen, arrancada al tiempo. Como plano general permite entender cierta estructura, relacionar las cosas desde la distancia. A la vez, y debido a la enorme magnitud de la imagen, es posible ampliarla en los más mínimos detalles, de manera que esa estructura, que percibimos en el conjunto, sea subvertida o transformada en los detalles concretos que la forman. Una parte vale como un todo, pero también lo transforma porque la imagen se vuelve a romper después en 110 imágenes. 180 grados es una imagen que explosiona y se fragmenta en partes, que puedan reordenarse o no, buscando otras narraciones posibles, también para extraer fragmentos que, aislados, alcanzan otro significado. Al fragmentar y separar las imágenes éstas son desclasificadas, separadas de una posible función “especializada”, los fragmentos, liberados, se encuentran, en circulación, a disposición de alcanzar otra coherencia posible. Así la imagen se abre y se aleja definitivamente de lo que en principio era.

180 grados es también un vídeo que surge de una fotografía. La definición en los más pequeños objetos permite volver a fragmentar el plano aplicándole otra gramática, la de la imagen en movimiento y así temporalizar la imagen. A través de travellings, zooms y reencuadres lo que tenemos es un vídeo a partir de una sola imagen en que la cámara, como el ojo, se mueve en la superficie de la fotografía para contar otra historia. La narración cambia la percepción que teníamos de la fotografía. En el vídeo el narrador, que no es ni más ni menos que alguien que mira y por tanto en la misma posición que el espectador, cuenta la imagen a través de intertítulos, una voz que es un texto, pero que es también imagen. Eso introduce un elemento importante: la coincidencia de imagen y texto en el universo digital, pero también la tensión esencial entre lenguaje e imagen. Existe una diferencia sustancial entre lo que se describe y lo que se ve, la distancia discursiva libera de manera fundamental a la imagen de su papel de ilustración de un argumento y crea un espacio para que ésta despliegue su propio razonamiento. Las posibilidades de una interpretación proporcionan un laberinto de encuentros y desencuentros en que el espectador es desafiado a encontrar el hilo narrativo más favorable, siendo envuelto a través de la elección en el proceso narrativo. La fotografía del plano general es ahora vista de otra manera. El espectador se ve ahora empujado a anudar las acciones observadas en una narración temporal, trazar sentidos, escoger entre los personajes y objetos para trazar líneas temporales posibles.

La aparición de la imagen en distintos soportes plantea distintas relaciones con el espectador: una imagen fija grande sobre papel, una proyección de vídeo en una pantalla grande, fragmentos pequeño de la imagen, que puestos en circulación desbordan el espacio de la obra, y cinco pantallas pequeña en las que la imagen se abre a otras narraciones. Distintas manifestaciones de un mismo material formando una unidad que toma la forma del paso desde un punto de vista objetivo a un punto de vista subjetivo y nunca concluyente, ni definitivo. La imagen es así sometida a un recorrido que desborda su propio espacio para ser entregada al espectador.